La gracia de ser mortal.


Si hablásemos de los inconvenientes que tendría la inmortalidad cismundana, cosa que, aunque parezca mentira, no se ha hecho nunca, nos saltarían a la vista la s gracias que tiene la mortalidad, que la vida sea breve, que el hombre sea corruptible y que, desde que empezamos a ser, la muerte intervenga en la sustancia misma de nuestra vida, colabore a ella; la comprima y densifique, la haga prisa, inminencia y necesidad de hacer lo mejor en cada instante. Una de las grandes limitaciones, y aun deberíamos decir de las vergüenzas de las culturas todas hasta ahora sidas, es que ninguna ha enseñado al hombre a ser bien lo que constititutivamente es, a saber, mortal.

José Ortega y Gasset, El hombre y la gente, Obras Completas, tomo 7, pàgs. 187-188

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