Nens soldats i educació.


La entrevista se desarrolla en un porche junto a sus habitaciones, que están apartadas de las demás. Son muy violentos. "No sólo es que sean analfabetos, es que han sido educados para la violencia y recurren a ella constantemente. Son capaces de sacarse los ojos por cualquier tontería", afirma Gavin Braschi.
Estos adolescentes han matado, han cortado extremidades a machetazos y han violado a decenas de mujeres. Fueron muy crueles, pero fue una barbarie impuesta. Víctimas entre las víctimas, les obligaron a ser verdugos y su fragilidad se palpa en las pocas palabras que les logramos arrancar.
"Un día estaba en la puerta de mi casa y unos milicianos me dijeron que si les llevaba las armas hasta su campamento me darían una propina. Cuando llegué a la selva, no me dejaron volver", cuenta uno de ellos, de 14 años. Acaba de salir de la guerra después de tres años en la milicia. "Al principio me pusieron a cocinar, pero pronto me adiestraron para matar con un Kaláshnikov, me enseñaron a extorsionar para conseguir comida, y aprovecharon mi pequeño tamaño para hacerme especialista en emboscadas", recuerda.
El miedo y la empatía se eliminaron a base de drogas. Uno de los entrenamientos más comunes consistía en drogarles y dispararles junto a la oreja para que perdieran el temor a los tiros. Pero la experiencia fue más dura que la droga. "Un día no lo soportaba más y me escapé", confiesa uno de ellos.
Nos ayuda un improvisado traductor de suajili, el congolés Gaspar Hangi, un trabajador social que se dedica a rastrear en el pasado de los niños para encontrar pistas sobre el paradero de sus familias. Anunciar a sus padres que sus hijos siguen vivos es el primer paso para el cambio de vida. Si sale bien, habrán dado el paso más importante para la reinserción. Pero no siempre es un camino fácil porque a veces no tienen dinero para acogerles y otras se abochornan del pasado sanguinario de sus hijos.
La tensión que han vivido les hace distintos del resto de los niños, incluso físicamente. Son musculosos, pero sobre todo la angustia parece habérseles acumulado alrededor de los ojos.
El psicólogo que les atiende al llegar al centro afirma que la mayoría tienen desenfocada la realidad. "Llegan con todos los síntomas de cualquier trauma grave: insomnio, problemas intestinales, mal humor, dolor de cabeza y sufren pesadillas. Muchas veces las confunden con la realidad. Tampoco se relacionan con el resto de los niños del centro porque el ejército les ha enseñado a considerar a los civiles como sus inferiores".
Jean Claude Kasolva Mutombo es el único psicólogo del centro, un hombre tan apasionado como frustrado porque, confiesa, no puede alargar más de dos meses la terapia de los niños. Sin tiempo para tratar uno a uno cada caso, a diario intentan utilizar el único esquema de comportamiento que les han enseñado, la disciplina militar, pero con nuevos fines como la seriedad en el trabajo o los horarios de comida.
El padre Mario dice que si permanece aquí es porque sigue encontrando gente con esperanza. "Cuando crees que ya lo han aguantado todo y que no soportan más te sorprenden reciclando sus sueños de la nada. Esos gestos no pueden ser defraudados". Es el caso de otro de los entrevistados. Tiene 17 años, entró a los 13 en el ejército y ha pasado por tres milicias distintas. En la primera entró porque le raptaron a la puerta de su colegio; a la segunda llegó huyendo de la primera; y en la tercera se enroló como voluntario. Sus piernas están llenas de cicatrices, pero desde que llegó aquí, hace tres meses, intenta que nada le recuerde la guerra. "Voy a retomar mi vida estudiando, exactamente donde la dejé, a la puerta de una escuela", dice. Se quedará dos años más en Don Bosco porque acaba de comenzar un curso de corte y confección. Mario, Jean Claude, Gavin y Gaspar seguirán sus pasos durante el tiempo que dure su formación y un poquito más. Después tendrán que vivir sin su ayuda la dura vida del Congo. Esta vez, por lo menos, van armados con libros y vestidos con un pantalón vaquero.
Maruxa Ruiz del Árbol, Más balas que años, El País,11/10/2009

Comentaris

Entrades populars d'aquest blog

Percepció i selecció natural 2.

Gonçal, un cafè sisplau

"¡¡¡Tilonorrinco!!! ¡¡¡Espiditrompa!!!"