"Lo que se avecina"

Unos lo habían vaticinado, otros se resignan, algunos se rasgan las vestiduras ante tamaña traición. Los más lo festejan, lo aplauden y sienten que su autoestima sube como la espuma, porque se creen en parte responsables gracias a sus tribunas televisivas, más que el propio mercado, de lo que ha ocurrido. Me refiero a la muerte política de Zapatero, a su harakiri escenificado en el congreso de diputados. Creo que ya no importa. Parece irreversible el hecho que la socialdemocracia española ha dejado de existir, por lo menos durante mucho tiempo. Lo que de verdad nos debería preocupar es lo que se avecina: las consecuencias de la ideología de los que por derecho se sienten destinados a recoger y recomponer el destrozo social, económico y moral que según ellos ha provocado el último gobierno socialista.

Siempre me ha gustado descubrir matices en los discursos, pequeñas sutilidades especulativas o teóricas, pero la verdad es que por lo que oigo y veo entre los que se autoproclaman voceros de los nuevos tiempos (que más bien parecen los viejos), todo aquello brilla por su ausencia. Me agradaría pensar que hay más riqueza conceptual en sus razonamientos, que lo que voy a escribir es una mera caricatura, un simple divertimento, una simplificación, pero mucho me temo que lo voy a exponer se ajusta fielmente a los hechos.

En mi opinión lo que nos espera se resume en neoliberalismo, nacionalismo y religión. Lo primero consiste básicamente reafirmarse en el dicho "quien no corre vuela". Con lo segundo y lo tercero se pretende que la gente soporte lo mejor posible los efectos de lo primero. Nacionalismo: más España, más cultura auténticamente española. Lo paradójico es que quienes deberían contribuir a su logro no parecen compartir este objetivo (traidores, parásitos, vividores, titiriteros …), por lo que el alcance de la política cultural se verá reducido a esperar que Florentino pueda construir un Real Madrid que pueda por fin derrotar al Barça y decretar los toros como bien cultural protegido. Religión: se trata de recristianizar España. Para ello se espera que un ejército de adeptos movidos por un profundo sentimiento caritativo, a ser posible célibes, consuelen y reconforten a los que irán poco a poco incrementando la legión de pobres y desheredados. Esta solución, sin embargo, tropieza con una dificultad: dónde reclutar a estos soldados del espíritu.

La falta de vocaciones seguramente obligará a buscarlos allende de las fronteras. Pienso que a partir de ahora tendremos que acostumbrarnos a convivir con un nuevo concepto: inmigrantes del alma. Éstos seguramente recibirán una mejor acogida que los anteriores (asquerosamente materialistas) porque resultarán mucho más sostenibles: comen poco, se despreocupan de su apariencia, sobreviven con lo justo, son fieles a la causa... Con la recompensa en el más allá, se supone, les será suficiente.

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