El "nosaltres" i el futbol.

El discurso del nosotros es particularmente patético: por lo que tiene de excluyente y por lo que tiene de verbalización de la impotencia. Todos los españoles con la selección, todos esperando la victoria, vamos a ganar. Se trata de hacer impensable que alguien no comparta este deseo. Es decir, no solo se excluye a los miles de ciudadanos que prefieren que gane otro, sino que ni siquiera se les concede el derecho a voz: la negación de la unanimidad carece de significado. La virtud del fútbol -como penúltimo depositario del patriotismo- es que el discurso es tan directo, tan brutal, que hace emerger el fundamento enormemente simplista de la retórica nacionalista: somos los mejores. Pero al mismo tiempo, y ahí está buena parte de su éxito, es la voz de la impotencia social, en lo colectivo y en lo individual. En lo colectivo porque la sobreactuación patriótica es señal de duda: feliz casualidad que los éxitos del Mundial hayan coincidido con un auto del Constitucional que repite y reitera la indisoluble unidad de la nación española. Algunas dudas debe haber sobre su solidez cuando hay que reafirmarla con tanta insistencia. En lo individual, porque este nosotros permanente de los locutores deportivos: estamos jugando de maravilla, el partido es nuestro, hemos metido un gol, es una transferencia para que los ciudadanos puedan vivir como éxito propio lo que es un mérito exclusivo de los jugadores que están en el campo. Es curioso que una sociedad tan dada a la exaltación de los triunfadores haga del mérito de los futbolistas un éxito conseguido gracias al compromiso de todos.

Josep Ramoneda, Días de fútbol, Domingo. El País, 12/07/2010
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