El decàleg per un ordre internacional basat en la no-dominació.

Un periodista le preguntó hace mucho tiempo a Mahatma Gandhi qué pensaba sobre la civilización occidental: "Que sería una muy buena idea", contestó Gandhi. Su respuesta contenía en realidad dos mensajes diferentes, uno valorativo y el otro fáctico. La perspectiva de la existencia de una civilización occidental era algo atractivo e inspirador; pero la materialización de algo parecido a un "estado de civilización" en Occidente estaba muy lejos todavía de poder alcanzarse, según Gandhi.

Si a cualquiera de nosotros nos preguntaran qué pensamos no sobre la civilización occidental, sino sobre el mundo de relaciones internacionales que hoy día se abre ante nuestros ojos, seguro que podríamos estar tentados de responder de forma muy parecida a como lo hizo Gandhi: estaría bien tenerlo, pero estamos muy lejos de conseguirlo. ¿En qué debería consistir por tanto ese mundo, esa comunidad global de ciudadanos, a la que tendríamos que aspirar? ¿Cómo podríamos conceptualizarla si, por ejemplo, quisiéramos otorgarla un papel de "guía ideal" que orientara el despliegue de nuestra acción política en el mundo? (...)

Al menos desde los Tratados de Westfalia y el final de las guerras religiosas en Europa, la imagen más habitual del orden internacional ha sido más bien algo lúgubre, en la que cada Estado miraba por sus propios intereses y en la que, en la medida en que las fronteras estatales eran respetadas, no se producían interferencias entre unos y otros Estados. Este ideal de independencia como no interferencia ha permanecido bastante inalterado hasta la actualidad, a pesar de la emergencia de nuevas pautas de organización internacional, de resistencia ante el abuso de los derechos humanos y, sobre todo, del despliegue de la ayuda al desarrollo. Sobre la base de la emergencia de estas nuevas pautas, algunos han intentado reemplazar este ideal de independencia como no interferencia por una aspiración moral en pro de una justicia global. Pero hay que reconocer que aunque esta idea ha prosperado entre filósofos, ha tenido bastante menos suerte entre los políticos.

Nosotros pensamos, sin embargo, que es fundamental rellenar esta laguna que existe en el ámbito de las relaciones internacionales, apostando por un ideal que ponga el acento en la no dominación de los ciudadanos del mundo, y no simplemente en la no interferencia. La gente, los ciudadanos, serán dominados por otros si estos tienen el poder de entorpecer el desarrollo de su libertad, presionándolos para que se dobleguen ante su voluntad. Y esa dominación puede materializarse incluso -y este punto es fundamental- cuando en la práctica no se produzca ningún tipo de interferencia: bastará para que haya dominación con que los ciudadanos, preventivamente, acomoden sus propios deseos a los de aquellos que podrían ejercer interferencia.

En este sentido, venimos trabajando durante algún tiempo en la cuestión de cómo conceptualizar un ideal en el ámbito de las relaciones internacionales que gire en torno a la idea de que nadie debería ser dominado por otro. En lo que sigue ofrecemos simplemente un primer esbozo de este nuevo concepto, que hemos denominado relaciones internacionales sostenibles, y que gira en torno a las siguientes 10 reflexiones:

1. Estados cooperativos: el ideal internacional de independencia como no dominación solamente puede desplegarse por Estados cooperativos que tengan la voluntad de plantear sus relaciones con los demás Estados en términos de igualdad. A esos Estados se les requiere que, como primer paso a la hora de alcanzar dicho ideal, adopten un papel efectivo de mantenedores de la paz y limiten a los Estados que rechacen esta constricción.

2. Estados eficaces: más específicamente, dicho ideal solamente puede ser avanzado por aquellos países que sean eficaces a la hora de proveer paz y prosperidad a sus propios ciudadanos. Se debería requerir, como segundo paso, que esos países establezcan un sistema de ayuda al desarrollo. Dicha ayuda debería estar destinada, en particular, a conseguir que los receptores se convirtieran también en países eficaces, en el sentido en el que describimos ese concepto aquí.

3. Estados representativos: en tercer lugar, la tarea de alcanzar un ideal de no dominación, solamente debería recaer en aquellos Estados que representen a todos sus miembros: como mínimo, Estados que no violen los derechos humanos de sus ciudadanos. A estos países se les exigiría, como tercer paso, que adopten medidas razonables para que aquellos Estados que no respetan esta condición cambien sus prácticas de no respeto de los derechos humanos.

4. Estos Estados cooperativos, eficaces y representativos deberían adoptar medidas que les permitieran disfrutar de independencia como no dominación entre ellos y en relación con otros actores internacionales: es decir, también frente a corporaciones multinacionales, bancos, confesiones religiosas, etcétera. Esa independencia les permitiría disfrutar de un poder de resistencia frente a la dominación militar, económica, financiera o cultural que se pudiera ejercer desde fuera.

5. Concretamente, deberían adoptar medidas que permitieran el establecimiento de un orden internacional formado por Estados no dominados, pero que a la vez no dominaran. Dicho orden debería ser sostenible a través de las generaciones. Cuanto más sostenible fuera dicho orden, más perfecto sería ese orden internacional basado en la no-dominación.

6. En dicho orden internacional, cada Estado debería desarrollar medidas autodefensivas, concretamente, medidas por las cuales los Estados más débiles hicieran causa común frente a los actores más fuertes.

7. Para el establecimiento de un orden internacional sostenible basado en la independencia como no-dominación también son necesarios la promoción y el desarrollo de instituciones internacionales que puedan establecer y ejecutar acuerdos en áreas como el control de los armamentos, el comercio, las finanzas, áreas todas ellas en las que la independencia de los Estados siempre está en juego.

8. La necesidad de dichas instituciones se refuerza por el hecho de que existen varios "bienes públicos comunes" que no pueden ser promovidos por Estados de manera individual; nos referimos a la lucha contra el cambio climático, la transformación de nuestro modelo económico, la salud pública, el crimen internacional, etcétera.

9. El problema reside en que dichas agencias internacionales podrían ser, a su vez, el origen de dominación, ya que, a menudo, el abandono de dichas instituciones por parte de sus miembros no constituye una alternativa realista. Por tanto, otra medida que habría que adoptar es que dichas instituciones internacionales fueran democráticas y estuvieran sujetas a control político.

10. Debería ser posible evaluar hasta qué punto el mundo en su conjunto, y los Estados que lo componen, se encaminan hacia este ideal de independencia sostenible que hemos trazado aquí. Proponemos, en este sentido, la creación de un Índice de Relaciones Internacionales Sostenibles, que se publicaría anualmente y en el que se daría cuenta de los progresos realizados.

Philip Pettit y Antonio Estella, Relaciones internacionales sostenibles, El País, 14/01/2011
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Relaciones/internacionales/sostenibles/elpepiopi/20110114elpepiopi_4/Tes?print=1

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