Elogi de les fronteres.

Régis Debray
En su Historia de Europa, Tony Judt recuerda que los fundadores de la Unión Europea eran esencialmente políticos que habían conocido y recordaban perfectamente las carnicerías de las dos guerras mundiales y pensaban que un sistema europeo de Estado del bienestar debía sin dudas conjurar el despertar de la bestia. Después de la II Guerra Mundial, estos hombres salidos de la Resistencia, por lo general socialistas y democristianos, habían decidido ocuparse del bienestar de las vastas masas de ciudadanos del continente y crear condiciones favorables para la economía europea, a la vez que impedir todo regreso al tipo de nacionalismo que había hundido a Europa en la guerra. El Estado-nación parecía haberse descalificado y en su lugar se consolidaba un proyecto de unión en un espacio común, por encima de las naciones y sus rivalidades seculares.

Parece que esos pilares del orden democrático de posguerra se hallan seriamente quebrados y que el interés nacional pasa por delante del interés real de enteras clases sociales. Recordamos como ejemplo gráfico que, en todo el mundo, se crean nuevas fronteras: se han trazado 27.000 km de fronteras físicas desde 1991; otros 10.000 km de muros, barreras y vallas sofisticadas están programados para los años venideros. Y las tensiones se multiplican: entre 2008 y 2010 se contabilizan 26 casos de grandes conflictos fronterizos. (...)

La otra vertiente del nuevo nacionalismo europeo la ilustra paradójicamente Régis Debray en su último libro, Elogio de las fronteras. Este intelectual brillante agita el fantasma de un mundo sin fronteras y sostiene que estas son indispensables para proteger la singularidad de un pueblo. Colador, filtro, capa aislante, en cualquier caso la frontera vendría a ser una protección de la identidad singular de un pueblo. Para Debray, es “la globalización lo que provoca la construcción de muros electrizados y videovigilados contra las amenazas sentidas como neurálgicas por ser inaferrables”. A la vez que “la economía se globaliza, la política se provincializa”. De modo que –se burla el filósofo– ,“una idea boba encanta a Occidente: la humanidad, que va mal, iría mejor sin fronteras… Es así que todo lo que actúa en la calle –reporteros, médicos, jugadores de fútbol, banqueros, payasos, entrenadores, abogados de negocios o veterinarios– enarbola la etiqueta “sin fronteras”. “¿Qué es el sinfronterismo? Es un ‘economismo’ que ‘disfraza a una multinacional de fraternidad’”. La tesis es lo bastante provocadora como para compararla ya con el nacionalismo del ultra-conservador antisemita Maurice Barrès, por compartir la obsesión de las fronteras; una tesis en la que el musulmán ocupa el lugar del judío, aportando agua al molino de la extrema derecha francesa.

Por cierto, no está de moda citar a Trotski; no obstante, “la tarea está por encima de la fuerza de la burguesía europea, totalmente corroída por sus contradicciones”, escribía este a propósito del proyecto de crear los Estados Unidos de Europa.

Nicole Thibon , Lo nuevo con lo viejo, Público, 23/01/2011
http://blogs.publico.es/dominiopublico/2957/lo-nuevo-con-lo-viejo/

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