Sense gestió de la demanda no hi ha res a fer.

Cautelarmente y por tres meses, Alemania ha cerrado 7 de sus 17 centrales nucleares. La compañía eléctrica RWE ha recurrido la decisión, mientras que Los Verdes han logrado en Baden-Wurttemberg el 24,5% de los votos en las elecciones del 27 de marzo. Los antinucleares en coalición con el SPD socialdemócrata (23,5%) han desplazado a la coalición del CDU de la canciller Angela Merkel (39%) y el FDP liberal (5,3%). Detrás de todo ello, Fukushima.

Fukushima no ha demostrado nada que no supiéramos. Simplemente, ha hecho realidad lo que siempre había sido posible. Los humanos, como santo Tomás, necesitamos tocar. La tragedia de Japón ha horrorizado a los europeos. Sin embargo, ¿somos ahora más sabios o simplemente estamos más asustados? Conviene preguntárselo, porque el miedo es mal consejero.

Hay muchas razones para mostrarse remiso ante la energía nuclear de fisión. Que entraña riesgos no es ningún secreto, pero airearlos crispadamente ha dado más argumentos a los partidarios que a los opositores: la gente se harta pronto de los profetas de la catástrofe. Incluso cuando llega. Conocen entonces un predicamento coyuntural, pero pronto se quedan sin otra argumentación que el recurso del miedo. A los verdes alemanes les ha venido de perlas, sin embargo.

Ahora comenzarán a empeorar los balances alemanes en términos de emisión de CO

2. El parón de las siete centrales se verá suplido por generación eléctrica en térmicas a carbón. Asistiremos a una nueva polémica. No habrá salida si seguimos centrándonos en la oferta desdeñando la demanda. Es más cómodo meterse con las centrales que con la avidez consumidora, pero sin gestión de la demanda no hay nada que hacer. Para que las renovables sean decisivas en el mix energético y para que la generación no renovable pueda circunscribirse al ciclo combinado (lo menos contaminante, si exceptuamos el CO2), prescindiendo de las nucleares (lo menos emisor de CO2), habría que enfriar bastante la demanda. Con eficiencia, ahorro y suficiencia, claro está.

La generación nuclear es cara. Contándolo todo, desde luego (confinamiento de residuos y gestión del riesgo incluidos). En España ha aportado, en marzo, el 19% de la electricidad (funcionando al 100% de su potencia instalada). La eólica ha aportado 4.738 gigavatios hora, el 21% del total eléctrico (o sea, más que la nuclear). Y el ciclo combinado, el 17,2% (funcionando a menos del 50% de su capacidad). Con algunos ajustes, podríamos prescindir de la generación nuclear, así pues. Pero en Francia, de un día para otro no, porque les aporta casi el 70%. ¿Cómo se organiza la migración a otras fuentes, llegado el caso? Como quiera que sea, el sistema necesita masa fiable y respuesta rápida en cualquier momento y circunstancia, lo que no siempre está al alcance de las renovables.

Tenerlo todo y encima no emitir CO2 es imposible. ¿De cuánto nos privamos, a qué riesgo y con qué nivel de emisiones? Esa es la triple pregunta virtuosa. Sin responderla razonablemente, solo hay mera fantasía.

Ramon Folch, Fukushima: la novedad conocida, El País, 05/04/2011

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