Oliver Twist i la socialdemocràcia.

En estos tiempos de confusión resultan más útiles que nunca las buenas lecturas. Aquí van tres sugerencias, que podrían contribuir al incipiente debate sobre el futuro de la socialdemocracia.

En primer lugar, el discurso de octubre de 1936 en que el presidente de EEUU, Franklin D. Rooosevelt, defendió su programa social del New Deal. “Hemos tenido que luchar con los viejos enemigos de la paz –monopolios financieros y económicos, especulación, banca despiadada, antagonismo de clases, enriquecimiento con las guerras–. Ellos habían empezado a considerar el Gobierno de EEUU como un mero apéndice de sus propios intereses. Ahora sabemos que el gobierno del capital organizado es tan peligroso como el gobierno de la turba organizada”. Frente al brutal ataque de los republicamos y de los grandes poderes financieros que lo acusaban de destruir el espíriu del país (¿les suena?), Roosevelt tuvo coraje político y estableció la seguridad social, el seguro de desempleo, el derecho a la sindicalización, el salario mínimo y la semana de 40 horas.

Segundo: conferencia de Tony Judt en la Universidad de Nueva York en octubre de 2009. Vibrante alegato en favor de la socialdemocracia, en el que el historiador defiende la fuerte presencia del Estado no por mero capricho, sino por considerarlo el mecanismo por excelencia de cohesión social en torno a un proyecto común. Critica con dureza las privatizaciones de la era Thatcher, que describe como un expolio a la sociedad en beneficio de intereses particulares, y advierte contra ciertos discursos modernizadores que, en aras de la supuesta eficacia administrativa, ofrecen munición argumental a quienes pretenden convertir el estado “social” –cuyo objetivo es la igualdad de los ciudadanos– en un estado “asistencial” para los “débiles” y “desfavorecidos”.

Por último, Oliver Twist, la novela de Charles Dickens que retrata la sociedad inglesa de comienzos del siglo XIX tras la aprobación de la Ley de Pobres, un ensayo de política “asistencial” que trataba como escoria humana a quienes tenían la desgracia de perder o no encontrar empleo. Un libro para saber de dónde venimos y lo que podemos perder si prevalece el discurso resignado de que “no hay más, el mundo ha cambiado, ahora hay que competir con China”.

Marco Schwartz, Tres textos para la crisis, Público, 20/06/2011

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