La crisi i l´esquema Ponzi.


Ayer hicieron cuatro años del inicio de la crisis más profunda y larga desde la Gran Depresión. Sin visos de final. Por ello se la ha denominado Gran Recesión o Segunda Gran Contracción del capitalismo. Aquel 17 de julio de 2007 el quinto banco de inversión de EE UU, Bearn Stearns, anunciaba la valoración cero de dos de sus fondos de alto riesgo que habían invertido grandes cantidades en las hipotecas locas. Poco después, Bearn Stearns dejaba de existir, adquirido por J. P. Morgan (tercer banco de EE UU) con la ayuda de la Reserva Federal.

La crisis comenzaba con un gigantesco esquema Ponzi: ¿cómo llamar si no a un proceso por el que a un trabajador que ganaba tan solo 20.000 dólares al año se le concedía una hipoteca sin una señal y sin tener que pagar nada durante los dos primeros años de la misma, para que comprase una casa de 300.000 dólares, y luego juntar esa hipoteca con otras cien en bonos a los que las agencias de calificación de riesgos concedían la valoración más alta (triple A), para vendérselos a bancos y fondos de pensiones de todo el mundo?

Desde entonces, la Gran Recesión ha pasado por las más diversas fases, a cada cual más dañina (crisis hipotecaria, incremento del precio de las materias primas y del petróleo, falta de liquidez y solvencia de los bancos, hundimiento de la economía real con la multiplicación del desempleo y el empobrecimiento de las clases medias, y explosión de la deuda soberana europea), sin que la aparente superación de cada una de ellas haya significado que sus problemas se han resuelto sino que han pasado a segundo orden ante la emergencia de otro más urgente.

Si hubiese que poner mojones a esta crisis, el primero sería la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008 (la única vez que las autoridades han aplicado su máxima favorita de que cada palo aguante su vela y han dejado caer a una gran entidad financiera, causando el pánico de los mercados). El segundo hito sería la mayor estafa financiera de la globalización causaoda por un solo hombre, Bernard Madoff, que se entregaba a la justicia en diciembre de 2008, reconociendo un quebranto de 65.000 millones de dólares a través de otro esquema Ponzi cuyo engaño había durado varias décadas. El esquema era parecido, por ejemplo, al siguiente: una persona poseía un inmueble por valor de 15 millones de dólares; lo hipotecaba por 10 millones a un tipo de interés del 4% y los gastos de mantenimiento de esa hipoteca eran de 400.000 dólares anuales. Si invertía estos 10 millones obtenidos de la hipoteca con Madoff, este le aseguraba un beneficio de, por ejemplo, el 12% independientemente de las condiciones del mercado. La diferencia de ocho puntos entre los gastos de mantenimiento y los beneficios suponía 800.000 dólares anuales.

El plan era perfecto siempre que continuaran entrando inversores codiciosos en la bicicleta de Madoff. Pero esta se detuvo. Bernie Madoff no era un outsider de las finanzas sino "uno de los nuestros", era perseguido por algunos de los principales inversores del mundo para que gobernase sus finanzas personales.

El tercer y último mojón de la historia, por ahora, es la intervención de Grecia a principios de mayo del año pasado, seguida por Irlanda y Portugal, y los problemas con la deuda soberana de casi todos los países del Eurogrupo. En estos momentos se estima que más o menos el 40% de la eurozona, en uno u otro grado, tiene problemas con la prima de riesgo, y se buscan soluciones para salir de ellos.

Conviene regresar a los compromisos que se asumieron en cada una de las etapas de la crisis. Por ejemplo, al documento titulado Nosotros los líderes, que salió de la primera cumbre del G-20 en Washington, en 2008, convocada bajo la máxima de Sarkozy: "Deberíamos replantear el sistema financiero desde cero, como en Breton Woods".

Su lectura produce melancolía. Las ansias reformistas, estimuladas por la necesidad de salir del hoyo, han desaparecido del mapa. No ha habido intentos, ni siquiera retóricos, de refundación del capitalismo sino el reconocimiento de una derrota muy poco democrática: la política iba a reformar los mercados y son ellos los que han reformado a la política.

Joaquín Estefanía, Cuatro años ya..., El País, 18/07/2011

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