Les paraules parlen sense parar.


Ni todo el mundo puede permitirse ser una persona ni tampoco todo el mundo lo pretende. En las paredes de las viejas y hermosas (o por lo menos auténticas) casas que están demoliendo en el barrio de La Catalana, a orillas del río Besòs, los últimos habitantes que quedan han pintado con caligrafía de brocha gorda la frase: “Aquí vivimos gente” (de esta épica ya hablé en otra crónica reciente). Pues bien, hay una diferencia sustancial, es decir, de clase, entre escribir “aquí vivimos personas” y “aquí vivimos gente”. Está ahí concentrada toda la escala social (el ascensor social es en realidad una escalera de servicio). De modo que resulta que no da lo mismo ser el alcalde de las personas que ser el alcalde de la gente. La gente está en el núcleo duro de la democracia. Está, por ejemplo, en las palabras que pronunció Abraham Lincoln en Gettysburg, en 1863, en plena guerra civil norteamericana, cuando dijo que el suyo era un Gobierno “de la gente, por la gente y para la gente”. La frase es muy famosa en inglés: of the people, by the people, for the people, y a veces se ha traducido mal, pues en inglés people es gente, no pueblo (si no, Village People y todos sus discos serían una redundancia). Pueblo es un concepto más bien judeocristiano (el pueblo de Dios), y por tanto más bien comunista (Marx y Engels y Aarón y Moisés tienen vidas paralelas), que les viene como anillo al dedo a todo tipo de himnos, desde Somos un pueblo que camina (del maestro E. V. Mateu) hasta El pueblo unido, de Quilapayún. (Aquí lo que además se ve es que el pueblo, como concepto, está también más cerca de cualquier canción de María Ostiz que de los discos de Village People.)


La gente es siempre la gente de la calle. Es en la calle, en las plazas, en todas las Bastillas, donde empiezan siempre las cosas, esto hemos vuelto a saberlo recientemente, y ahora andamos de aniversario. Hay más democracia en una sola calle que en toda una ciudad. La ciudad, lo explican en los colegios (incluidos los públicos), es una entidad burguesa y por eso también se ha llamado burgo. La calle viene de callis, en latín, que era el sendero por donde pasaba el ganado. Es en la calle donde vive la gente que no cabe en la ciudad. La calle es de todos, y cuando la derecha dice que la calle es suya es porque considera que la gente es rebaño. Si algo conoce la derecha son las palabras, más que a la gente, que ni le importa ni le interesa. Las derechas son más dadas a defender a la persona que a defender a la gente. La derecha, como tiene mucho dinero, sabe lo que realmente vale cada palabra. Entre lo primero que hizo Rajoy al llegar al Gobierno fue quitarle el nombre al Ministerio de Trabajo, para llamarlo Ministerio de Empleo. Así se invirtió radicalmente el punto de vista. La palabra trabajo estaba más cerca de los trabajadores que de los empresarios. El trabajo tiene un retrogusto marxista asociado a conceptos como alienación, emancipación y plusvalía. El punto de vista de la patronal no es el trabajo, es el empleo. Pero también hay algo de políticamente correcto en este cambiazo, pues empleo es un término más limpio, menos grasiento, una palabra que, según el diccionario, se utiliza para designar especialmente el trabajo no manual. Claro, no es lo mismo un trabajador que un empleado. Las palabras hablan sin parar. De la doble acción combinada entre CiU y PP se entiende que dejaremos de ser un país de gente sin trabajo para convertirnos en un país de personas sin empleo. Aún hay clases.

Javier Pérez Andújar, 'Blues' de la turba limpia, El País, 12/05/2012
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/05/11/catalunya/1336772789_133490.html

Comentaris

Anònim ha dit…
És un article genial. M'agrada la "gent" que saben jugar amb els conceptes, els significats i les etimologies.

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