La porca veritat de les estadístiques.
Mark Twain |
La economía, en todo caso, no es mi fuerte ni mi interés, aunque las estadísticas me han interesado siempre mucho. Hace unos días leía en el New York Times que el número de suicidios había aumentado exponencialmente entre la población madura, gente de 35 a 65 años, cosa que hasta hace poco afectaba mayormente a los muy jóvenes y a los ancianos. Las razones esgrimidas eran varias, desde las estrechuras económicas causadas por la actual crisis al hecho de que muchos “babyboomers”, como se los llama aquí, carecían de la fuerza de sus mayores, esa generación aguerrida que se había hecho en el fragor de la Segunda Guerra Mundial.
Las interpretaciones son siempre cuestionables. Hace más de un siglo,
en el famoso estudio sobre el suicidio, Durkheim concluyó, en base a
los datos que manejaba, que los hombres se suicidaban mucho más que las
mujeres y que cuanto menor es el control social mayor resultaba el
número de suicidios, y de ahí que, según el eminente sociólogo francés,
los protestantes, más libres, se suicidaran más que los católicos, mucho
más atados a la tradición y al principio de autoridad. Algunos luego
han cuestionado tal aserto, pero las estadísticas, mientan o no, nos
dicen que el frío, el aburrimiento, la buena vida y la paz son un buen
abono para que uno se descerraje la cabeza, se cuelgue de una viga o
ingiera un bote de barbitúricos. Desde luego no hay suicidios en las
guerras, tras un terremoto o en una sociedad caótica. Haiti, según leo,
tiene 0% de suicidios. Y es que la felicidad es algo muy relativo.
José Luis Madrigal, Las estadísticas, el suicidio y la felicidad, fronteraD, 04/05/2013
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