La physis, la ciència i la filosofia.




¿Qué hace en realidad un filósofo? Es esta una pregunta que puede hacerse cualquier persona interesada por los asuntos digamos culturales y para la cual la palabra misma filosofía tenga incluso resonancias positivas. Esa persona sabe a qué se dedica un biólogo, un físico, un músico, un matemático o un artista, pero se ve en un apuro cuando reflexiona sin prejuicios sobre el tipo de quehacer que constituye la filosofía. Sabe que filósofo era el matemático Descartes, como lo era el también matemático Leibniz o (de haber existido realmente)  el Pitágoras asociado al teorema que  que lleva su nombre.
Pero la palabra filosofía se halla en la  mente de esa persona asociada también a nombres como Unamuno, Nietzsche, Montaigne  o Sartre que es fácil vincular, al menos parcialmente a la escritura literaria...
Esa misma persona favorablemente dispuesta a la filosofía, se percibe un día de que en el título de la  obra nuclear de Newton figura la expresión  "filosofía natural", y que filosófica era considerada la obra por la que fue condenado Galileo (Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo, telemaico e copernicano), de tal manera que la palabra "filosofía "queda para esa persona también vinculada a la palabra "física".
Podría añadirse que en varios de los filósofos  mencionados  tienen en la música una preocupación esencial: Descartes escribió un Compendium Musicae;  hijo de un músico e ilustre teórico de la música, Galileo tocaba el laud y heredó de su padre esa modalidad de rigor que viene asociada a la práctica y a la teoría musical; y en cuanto a Nietzsche es bien sabido que la reflexión sobre la esencia y a función de la música atraviesa de una u otra  manera el conjunto de su obra...
Matemática,  literatura,  física,  música...¿cuál de estas disciplinas  privilegiamos a la hora de establecer vínculos que nos permitan abordar la interrogación: ¿de qué se ocupa la filosofía? Pues ninguna de ellas, incluso cabe añadir otras que reivindicarían la primacía: biología, antropología, lingüística, derecho, teoría política y un no muy largo etcétera.  Pues todo aquello de lo que estas disciplina tratan puede ser inserto en la útil  dicotomía establecida por Hume entre   filosofía natural y filosofía de la naturaleza humana, aunque ciertamente la distribución que hoy cabría hacer en el seno de cada polo no coincidiría con la de Hume (concretamente un  Tratado de la naturaleza humana debería dar tanto peso al problema de lo que designamos por "estética",  como al problema de la moral, es decir al temario de las kantianas Crítica de la Razón Práctica y Crítica de la Facultad de Juzgar).
En cualquier caso bajo forma de reflexión sobre la naturaleza inmediata o sobre la compleja naturaleza que es la humana, la filosofía retoma una y otra vez  las interrogaciones de los griegos sobre el término physis,  reflexión para la cual he de enfatizar el hecho de que Aristóteles sigue constituyendo referencia, no ya por las respuestas dadas a sus propias interrogaciones sino por el hecho mismo de haberlas planteado y por su actitud.
A lo largo de estas notas he tenido ocasión de poner de relieve el profundo agradecimiento a Aristóteles al que se haya obligado todo aquel que en el pensamiento filosófico   encontró una razón de vida (1). Y ello precisamente dado que se revela hoy dificilísimo responder a esa actitud, asumir la dura tarea de enfrentarse a la physis de la manera que un ser humano debe cabalmente hacerlo, es decir, subsumiéndola bajo sus capacidades de conocimiento y de simbolización.
La dificultad, suele decirse, reside en el hecho de que la especialización de las disciplinas hace hoy imposible acumular el monto de información que se despliega en cada una de ellas. Pero aventuro la hipótesis de que este escollo, digamos técnico, sirve más bien de coartada. El proyecto de una ontología general es hoy difícil en razón de un aminoramiento del peso que ello tiene en la conjunto de valores determinantes de nuestra vida socio-cultural, lo cual afecta en primer lugar a la universidad, paradigma que debería ser de la erección del espíritu en objetivo de nuestra condición pero que (por razones a la vez políticas y de destino de nuestra civilización) no se encuentra quizás en condiciones de realizar tal función.
De alguna manera estoy indicando que retornar a la disposición de espíritu de Aristóteles es la condición de posibilidad de que la filosofía se reencuentre consigo misma y ello aunque finalmente  sea para vislumbrar que la reflexión por él inaugurada nos fuerza a alejarnos del propio Aristóteles (alejamiento en cualquier caso sólo finalmente,  como resultado de aporías insalvables, nunca a priori). 
Ya he señalado múltiples veces que la filosofía no es desde luego (al menos, eso no es  en ella lo esencial) un pensar que, como el del poeta, explora las  potencialidades y recursos que el lenguaje tiene con vistas a su propia recreación. Pero la filosofía no es tampoco el pensar de la ciencia.  La filosofía va tras la ciencia, su pensar  sigue en el tiempo al pensar de la ciencia y  extrae toda la savia del mismo, a la vez que  está  detrás de la ciencia dándole quizás soporte, otorgándole  un indispensable suplemento de significación. Por haber trazado este sendero sería por  así decirlo de mal nacidos reivindicar la actitud filosófica y no mostrar agradecimiento a Aristóteles. Y sin embargo... la intención de secundar a Aristóteles en su actitud acaba una y otra vez en frustración...
Es casi una cuestión de mera constatación empírica. En los foros en los que se tratan cuestiones que forman todas ellas del corpus aristotélico, los vasos comunicantes parecen no existir. A la evocada compartimentación de temáticas parece añadirse la compartimentación de actitudes, acentuada  muchas veces por la ineludible  exigencia de la maestría técnica y de la  erudición. 
Un físico contemporáneo puede ser llamado a interrogarse por las implicaciones ontológicas de sus experimentos, mas cuando hace tal cosa puede llegar a sentirse sorprendido por el hecho de que  los filósofos de la física que le escuchan han acentuado  al extremo la casuística, han hurgado en la punta de un alfiler, dan prueba de un abrumador dominio erudito... y el físico en cuestión puede llegar a no reconocer que se está hablando de cosas en el origen de las cuales se encuentra   él mismo, y que   han provocado su propio estupor.
Y la cosa es aún más grave si en lugar de comparar las preocupaciones ontológicas del físico y el filósofo de la física, comparamos la del físico y el biólogo, o la del filósofo de la física y el filósofo de la biología...acentuándose aún la dificultad de un lenguaje común cuando nos referimos al filósofo de la ciencia y al historiador de la filosofía. Como máximo coincidirán ambos en que la physis les concierne, pero no parece que les  concierne de la misma manera.
Repito que no estoy negando la necesidad del control erudito y de la maestría técnica, estoy simplemente constatando  (¡y lamentando ¡) la enorme dificultad que hay en que el esfuerzo de cada uno sea canalizado hacia la posibilidad de hacer todos juntos filosofía.
Esa filosofía que quiso realizar Erwin Schrödinger  cuando creyó necesario interrumpir su curso de doctorado en física para preguntarse (con ayuda de los filósofos presocráticos)  por la significación del término mismo (physis) que daba origen a la disciplina. 
Aunar el Schrödinger forjador de las famosas ecuaciones que llevan su nombre  y el Schrödinger lector de los fragmentos de Anaxágoras, ver la raíz común de la preocupación que conduce a una y otra tarea es ciertamente cosa  ardua, pero... no hay realmente abordaje de la cuestión ontológica, si tal cosa  no se consigue. La ontología pasa hoy por ese reto. Y si algún discurso cargado de razón  muestra la imposibilidad de superar el reto, o incluso lo fantasioso de plantearlo, entonces  se estaría simplemente poniendo de relieve que la razón  ha fijado la frontera entre ella misma y la vida del espíritu, o lo que es peor, la razón  habría  determinado que no hay propiamente vida del espíritu... pues suena siempre a consuelo la postulación una espiritualidad que empezaría a hacerse presente allí dónde la razón acaba.

Víctor Gómez Pin, La dificil causa de la ontología. Asuntos Metafísicos 69, El Boomeran(g), 13/10/2014

(1) Evocaré al respecto la emoción que embargó a muchos de los presentes cuando hace casi un cuarto de siglo,  en un congreso  que llevaba el título de "Aristotle and Contemporary Science"  el pensador americano Hilary Putnam pronunció un discurso en lo que se creía ser Estagira, y que es en cualquier caso una playa cercana a  la Estagira real, y en cuyas aguas quizás de niño se bañaba Aristóteles.

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