El síndrome d'autodomesticació humana.


Retractación y reducción facial “moderna
No hay duda de que la domesticación de otras especies ha desempeñado un papel central en la evolución de los humanos llamados “modernos”, y explica en parte el éxito global del homo sapiens durante los últimos milenios. Pero los humanos no sólo han domesticado a otras especies, consciente o accidentalmente, sino que también se habrían domesticado a sí mismos, en un proceso evolutivo reciente cuyos orígenes de hecho preceden a la última era glacial.

El instituto Salk de estudios biológicos, vinculado con la universidad de California, auspició este otoño un evento sobre domesticación y evolución humana. Una de intervenciones más interesantes es de Richard Wrangham: ¿Se domesticó el homo sapiens a sí mismo?

A grandes rasgos, la autodomesticación humana se refiere al significativo proceso por el que el homo sapiens pasa de su tipo arcaico o “robusto” a su tipo “grácil” o moderno correspondiente más o menos a los últimos 50.000 años. Los cambios que acompañan el proceso son biológicos y culturales, y producen efectos en la anatomía y el comportamiento humano.

Para Wilkins, Wrangham y Fitch (2014) existe algo así como un “síndrome de domesticación” (SD) en los mamíferos, ya insinuado por Darwin, aunque insuficientemente explicado por las teorías biológicas: “la mayoría de las explicaciones no han intentado dar cuenta de todo el espectro del SD, sino que se han concentrado en elementos aislados, como el color del pelaje o el tamaño del hocico, postulando presiones selectivas especiales impuestas por humanos para desarrollar estos rasgos”.

SD es responsable de seleccionar nuevos rasgos en mamíferos, siendo la reducción de la agresión uno de los más apreciables, con la disminución aparejada en los niveles de stress o miedo. Muy significativamente, la domesticación humana selecciona una reducción muy considerable de la violencia “reactiva” (violencia familiar, riñas y altercados dentro del propio grupo, etc) en los machos, pero favorece el aumento de la violencia “proactiva”, que implica la organización de coaliciones agresivas cada vez más sofisticadas entre grupos. En cierto modo esta distinción resuelve una controversia histórica: Rousseau tenía razón en cuanto a la violencia “reactiva”, que es realmente menos natural en el hombre, pero Hobbes estaba en lo cierto en cuanto a la “proactiva”.

Otros rasgos que resultan afectados indirectamente por la “modernidad conductual” son: depgimentación de la piel, reducción del tamaño de los dientes, disminución del tamaño del cerebro y “feminización craneofacial” y en general una apreciable reducción del dimorfismo sexual. Wrangham pone el ejemplo de los mucho más “domesticados” bonobos, en contraste con los más “salvajes” chimpancés: “El lobo es al perro lo que el chimpancé es al bonobo”.

Una consecuencia inesperada muy interesante asociada con la autodomesticación es lo que llaman “comportamiento paidomórfico”, visible en la demora en la independencia de la prole, el aumento del juego en adultos y, quizás, el aumento de la conducta homosexual.

Resulta sorprendente que, descendiendo de homínidos “robustos”, todos las poblaciones humanas “modernas”, de África a Australia, hayan experimentado un proceso de gracilización relativamente homogéneo en un tiempo evolutivo tan escaso.

Parece que los humanos modernos no reemplazaron simplemente a los robustos, como sugerían las versiones preliminares de la teoría de la “salida de África“, sino que fueron los mismos robustos los que se hicieron gráciles. Los seres extraterrestres no domesticaron a los humanos, como en la exótica y estimulante hipótesis del ex jesuita Salvador Freixedo, pero acaso tampoco lo hizo la selección natural o la selección sexual por si solas. ¿Cómo es posible que la selección natural favoreciera alteraciones aparentemente tan deletéreas como cerebros más reducidos o menores defensas frente a depredadores? Para Robert Bednarik (2012), la respuesta podría estar en la hipótesis de “construcción de nichos”, según la cual los seres humanos no son meros esclavos de su ambiente, sino que influyen en las presiones selectivas que actúan sobre ellos. La autodomesticación, según esta perspectiva, vendría a representar una especie de selección artificial de nosotros mismos, donde las necesidades culturales y la herencia simbólica actúan como nuevas y sorprendentes presiones evolucionistas.

Tercera Cultura, La granja humana. Modernidad evolutiva y autodomesticación, cultura 3.0, 17/02/2015

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