La llarga revolució.


... los años cincuenta finales-sesenta nacientes son años en los que se gesta una parte de lo está ocurriendo ahora, mucho más que en los setenta y sus revoluciones. Los cincuenta son la década de la Guerra Fría sin casi coexistencia pacífica. Tiempos de amenaza y miedo que acabaron, sobre todo, con la fuerza y la alegría con la que la izquierda emergió de la II Guerra Mundial. El macartismo en Estados Unidos, la represión del levantamiento popular en Hungría, el acartonamiento estalinista de todos los partidos comunistas,... Sin embargo, allí donde está la enfermedad se encuentran los remedios. En los años cincuenta se gestó una transformación radical del pensamiento resistente (tendría que decir de izquierdas, pero ya me cuesta) que estableció el espectro de los posibles modelos de organización y transformación social, de modo que las generaciones siguientes se movieron dentro de esos cauces que habían sido establecidos en la época oscura de la primera Guerra Fría. En Estados Unidos, cercana-lejana a la revista Partisan Review, la exiliada Hanna Arendt publicó el imprescindible Los orígenes del totalitarismo, En Francia nació Socialismo o Barbarie, y una serie de pensadores que aún merecen lecturas serias: Lefort, Castoriadis, el propio Sartre y el genio anticipador de Guy Debord y la Internacional Situacionista, Y, en lo que me importa en estas líneas, en Inglaterra, nació un movimiento sin el que no se comprende lo que hoy llamamos "estudios culturales". Es el grupo formado por los críticos Richard Hoggart, Raymond Williams y el historiador E.P. Thompson, junto a otros muchos que se articularon en los sesenta en la revista New Left Review,

Este grupo venía de la educación de adultos en los barrios obreros, Se les despreció intelectualmente pero no pudieron hacerlo humanamente. Fueron los más sensatos lectores de lo que Gramsci tenía de distinto frente a las políticas autoritarias de la izquierda. Reinvidicaron los tiempos largos para entender la historia: E. P. Thompson, en su La construcción de la clase obrera inglesa, postuló la idea, aún todavía sin repensar, de que las clases sociales no son sino que se hacen, son procesos históricos que se pueden detener o revertir. Pero sobre todo, Raymond Williams. En Cultura y Sociedad (1958) y, sobre todo, en La larga revolución (1961) examinó cómo la cultura era una fuerza poderosa para transformar la sociedad, y cómo quienes pensaban que "la sociedad primero", con sus instituciones, leyes, normas y poderes, se equivocaban de medio a medio. La larga revolución es un examen de cómo las transformaciones culturales cambiaron Inglaterra y sus escenarios de clases.

Eran gente radical. Ahora forman parte de la historia cultural, aunque políticamente estuvieron en los márgenes donde nacen las ideas más renovadoras y las actitudes más productivas. Sus críticos, sin embargo, han desaparecido sumergidos en la historia de la banalidad, mientras ellos siguen de pie, con unos textos que, cuando se leen ahora, todavía tienen la frescura que dan los tiempos largos y los espacios vastos.

La idea principal de Williams es la de que la cultura es lo común, el lugar donde nos encontramos: en la lengua, en la vida cotidiana, en el arte y en los discursos políticos. No habla de hegemonía, aunque conocía perfectamente a Gramsci, sino de las prácticas de largo aliento que transforman la sociedad en modos que no son notorios hasta que han sucedido. Williams llamaba a mirar lejos, hacia adelante, hacia atrás, a los espacios anchos. A no olvidar que somos parte (pequeña) de una gran historia. (Fue), fueron, los teóricos de la revolución cultural, que habría de malentenderse una década después. Fueron buena gente.

Fernando Broncano, Tiempos largos, espacios vastos, El laberinto de la identidad, 30/05/2015
http://laberintodelaidentidad.blogspot.com.es/2015/05/tiempos-largos-espacios-vastos.html

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