Resposta de Víctor Bermúdez Torres a l'article "Brevísima introducció a la neuroestética".

Es interesante investigar el cerebro, pero como se sugiere en alguna parte del texto, este tipo de reduccionismo no resuelve realmente ningún problema relevante en estética. Pretender descubrir criterios de belleza, o el fundamento del juicio estético, en la observación del funcionamiento cerebral de una muestra de sujetos que evalúan cosas como bellas, es no empezar siquiera a entender el problema. La pregunta es qué es lo que lleva a un sujeto a apreciar algo como bello (no qué pasa en su cerebro cuando lo hace) y, sobre todo, cómo podemos estar seguros de que tal apreciación es justa (y no una muestra de mal gusto). Que una muestra de individuos considere algo como bello no implica necesariamente que deba serlo (deducir tal cosa sería incurrir en una versión de la falacia naturalista). Es como si, para deducir o justificar criterios morales, hiciéramos una encuesta acerca de lo que la gente considera bueno y observáramos qué ocurre en sus cerebros mientras. Ocurra lo que que ocurra, ni eso ni los resultados de un muestreo pueden justificar que algo sea bueno --o bello-- (a lo sumo pueden servir para describir lo que la gente "considera" como tal -- ¿imaginas que ocurriría si la muestra se hace en la Alemania nazi?--). Del mismo modo, un neurólogo puede describir lo que ocurre en el cerebro de un matemático que resuelve teoremas, pero no justificar neurológicamente que los resuelva correctamente. Si creemos que los juicios estéticos (o los morales) tienen un mínimo de objetividad (si no, no sería posible estudiarlos desde ninguna perspectiva, ni siquiera la neurológica) plantean un problema criteriológico que no puede resolver ningún saber puramente descriptivo como son la neurología o la biología. A mi juicio, este tipo de confusiones (más otras simplezas) sitúan a discursos como este a un nivel filosófico no ya pre-kantiano, sino, casi diría, pre-presocrático. Un cordial saludo (Víctor Bermúdez Torres, 08/01/2016)

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