La forma occidental de mirar el món.


La ilustración de arriba muestra una de las ilusiones ópticas más conocidas estudiada por la psicología: la ficción de que dos líneas rectas representadas en tres dimensiones tienen distinta longitud en función de la perspectiva. Sin embargo, para los bosquimanos del Kalahari no existe tal ilusión: ambas líneas miden exactamente lo mismo.

La conclusión provisional –y necesariamente etnocéntrica- es que los bosquimanos tienen un punto de vista peculiar, “extraño”, que les impide ver lo que a todas luces es una paradoja. Sin embargo, la mayoría de los sujetos no occidentales encuestados no captaron la ilusión óptica; como los bosquimanos, veían las líneas como son: iguales. En realidad, los ‘raros’ somos los occidentales. Hemos crecido en habitaciones en forma de caja y cuya percepción visual está adaptada a este extraño nuevo entorno (nuevo y extraño en términos evolutivos), en el que aprendemos a percibir líneas convergentes en tres dimensiones.

El hallazgo de esta disonancia cultural llevó al investigador Joe Hendrich a sumergirse en el proceloso mundo de los estudios científicos para descubrir que el 96% de los sujetos participantes en estudios psicológicos eran occidentales, y de ellos, el 70% eran estadounidenses. La inmensa mayoría de la investigación –en ciencias sociales y en cualquier otra rama científica- se realiza en centros de investigación occidentales (EE UU, Europa y Japón), de modo que los resultados están sesgados por la abusiva participación de los occidentales y su peculiar (extraña, como veremos) forma de mirar el mundo.

El hecho de que una parte del mundo que representa solo el 12% de la población mundial cope el 96% de los sujetos humanos de los estudios sería intrascendente –puro ruido estadístico- si no fuera por dos motivos que descubrió Hendrich:

1. Las conclusiones de los estudios son automáticamente extrapoladas al resto de la población mundial, convirtiendo en propias de la “naturaleza humana” actitudes que solo son compartidas por un grupo particular.

2. Cuando se realizan estudios interculturales, los occidentales, y más concretamente los estadounidenses, ocupan sistemáticamente un extremo de la tabla de los resultados. En otras palabras, puestos a escoger un grupo de población representativo de todo el rango humano, probablemente el más inapropiado es el que se escoge con más asiduidad.

Joseph Heinrich y sus compañeros de la (muy occidental) Universidad de British Columbia, Steven Heine y Ara Norenzayan, publicaron en 2009 un controvertido artículo titulado The Weirdest People in the World [.pdf], un torpedo en la línea de flotación de la metodología de las ciencias sociales. En él, alumbraron el afortunado acrónimo W.E.I.R.D., las siglas de “Western, Educated, Indusstrialized, Rich and Democratic” para referirse a esos extraños sujetos que somos… vosotros y yo.

Un ejemplo aún más flagrante del peso cultural en el comportamiento individual lo ofrece el conocido Juego del Ultimátum, en el que participan dos jugadores, uno de los cuales recibe una cantidad de dinero que debe dividir con el otro participante. Si este rechaza la oferta, los dos se quedan sin dinero. La lógica económica dicta que los jugadores occidentales tenderán a ofrecer un acuerdo del 50-50, y que cuando no exista equidad en la oferta, un jugador tenderá a castigar al otro.

El investigador, echando una partidita con dos machiguengas.
Sin embargo, entre los individuos de la tribu amazónica de los machiguenga a los que Heinrich invitó a jugar el Juego del Ultimátum, los participantes parecían encantados de recibir cualquier oferta, por pequeña que esta fuera: “La idea de rechazar una oferta de dinero gratis les parecía simplemente ridícula”, explica Heinrich. A continuación, el investigador realizó la misma prueba con otros 14 grupos sociales pequeños, de Tanzania a Indonesia, para concluir que la generosidad con el contrincante era la norma y no la excepción, que era el caso entre los occidentales.

Los ejemplos que incluye el artículo sobre la “excepcionalidad cultural occidental” son abundantes, desde la idea de que el amor romántico es la base del matrimonio, apenas sustentada por la mayoría de los no occidentales, para quienes el matrimonio debe preceder al amor, hasta la particularidad del pensamiento analítico occidental frente al razonamiento holítistico de la mayoría del resto de los pueblos del mundo: “En Occidente desarrollamos la visión de que estamos separados del resto del mundo, lo que podría estar conectado con cómo razonamos”, explica Henrich.


Si bien los autores del estudio temían ser repudiados por sus colegas –genuinos representantes de la ciencia WEIRD- tras la publicación del mismo, tal y como reconoce Henrich en una entrevista en Pacific Standardr, lo cierto es que sucedió lo contrario: poco a poco, investigadores de diferentes disciplinas –de la neuroimagen a la psicolingüística- entonaron el ‘mea culpa’, reconociendo un hecho que se les había pasado por alto: los participantes en sus estudios casi siempre eran WASP (o WEIRD), de modo que los resultados de los mismos estaban condicionados por este sesgo.

Iñaki Berazaluce, La gente más extraña... los occidentales, Yorokobu 19/04/2013




Artículo completo: The Weirdest People in the World [.pdf]. Entrevista y artículo en profundidad sobre el artículo en PS Magazine.

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