La contemplació de la bellesa (Byung-Chul Han).


Lo que hace que transcurra el tiempo es la voluntad, el interés; es más, el conato (el impulso). Sumirse contemplativamente en lo bello, cuando el querer se retira y el sí mismo se retrae, engendra un estado en el que, por así decirlo, el tiempo se queda quieto. La ausencia de querer y de interés detiene el tiempo, incluso lo aplaca. Esta quietud es lo que distingue a la visión estética de la percepción meramente sensible. En presencia de lo bello, el ver ha llegado a su destino. Ya no es empujado ni arrastrado hacia delante. Esta llegada es esencial para lo bello. 

La «eternidad del presente», que se alcanza en un demorarse en el que el transcurso temporal queda superado, se refiere a lo distinto: la «eternidad del presente»

De acuerdo con esto, la tarea del arte consiste en la salvación de lo otro. La salvación de lo bello es la salvación de lo distinto. El arte salva lo distinto «resistiéndose a fijarlo a su estar presente».[M. Theunissen, Negative Theologie der Zeit] Siendo lo enteramente distinto, lo bello cancela el poder del tiempo. Precisamente hoy, la crisis de la belleza consiste en que lo bello se reduce a su estar presente, a su valor de uso o de consumo. El consumo destruye lo otro. Lo bello artístico es una resistencia contra el consumo. 

Hoy, con las obras de arte se trata sobre todo en la vía mercantil y en la vía bursátil. No acreditan ni un valor de culto ni un valor expositivo. Es justamente su puro valor especulativo el que las somete al capital. Hoy, el valor especulativo resulta ser el valor supremo. La bolsa es el sitio de culto actual. El lugar de la redención lo ocupa la ganancia absoluta.

Demorarse en lo bello.

Byung-Chul Han, La salvación de lo bello, Herder, Barna 2015

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