Elogi del pessimisme.

Cuando empieza a arder la casa, el optimista espera que el fuego se extinga solo, que lleguen los bomberos o que algún santo sople desde los cielos y apague las llamas. En cambio, el pesimista, convencido de que el fuego va a devorarlo todo y que ninguna ayuda terrena o sobrenatural nos salvará, se moviliza a pesar de su pereza, busca agua, da voces de alarma, se descuelga por la ventana, etc. Me dirán ustedes que también puede haber un pesimista quietista, convencido de que Dios o el destino han decretado el incendio y que por tanto es inútil luchar contra él. Pero ¿no es una forma de optimismo, la mayor de todas a mi entender, creer que hay un designio en lo que ocurre, que todo está escrito y ordenado, que por tanto debemos ponernos en manos del Agente cósmico que todo lo decide sin consultar muestra voluntad?

Fernando Savater, Por qué soy pesimista, jot down smart, junio 2017, n° 21

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